De paso por Tetuán: charlas con vecinos que van y vienen
En la redacción del periódico brindamos la bienvenida al maestro
Sene, de paso por Tetuán. Aprovecha la estancia para difundir el I
Festival Senegal Flamenco, que tendrá lugar en Dakar durante este mes de
diciembre. Corporalmente es alto, muy alto. Elegante. De trato
sencillo, saborea las palabras y frases en castellano con amor. Me
impresionan sus manos: son de pescador.
¿Qué piensa un senegalés de la capital de España?
Estoy enamorado de la ciudad de Madrid. Quizás porque todos los días
bajábamos andando hasta el centro a tomar algo en La Mallorquina de la
Puerta del Sol. Tenía 29 o 30 años. Pagaba 20 pesetas y me devolvían dos
por un café con una palmera. Aunque llegué un 20 de noviembre, con la
gente levantando la mano por la calle...
¿Es la primera vez que estás en Tetuán?
No, eso ya fue en 1979... Entonces me miraban de manera extraordinaria,
curiosa, muy sana. A veces se nos acercaba la gente para preguntar de
dónde veníamos y qué hacíamos. Esto es muy diferente ahora, volví en
2006 y la gente me miraba... no diría feo, pero de otra manera,
hostiles. En el 79 nos miraban con curiosidad.
Hay anécdotas estupendas. Me fui a Francia con estudiantes de la
Complutense y a la vuelta había una manifestación en Pamplona, por el
Aberri Eguna, y cuando llegamos había problemas. Cuando bajé del coche…
bueno, de joven era un poco más alto, vestía chaqueta, como los
americanos y todo. De pronto, todo el mundo se fijó en mí. Hasta unos
policías. Cuando pasé por delante levanté la cabeza como un presidente.
También, en el Metro asustábamos a los pobres chicos que se refugiaban
bajo las faldas de sus madres, o entre las piernas de los padres. Eso me
dañaba, cuando asustábamos a los niños, no me hacía gracia.
Porque estudiaste Filología y viniste a perfeccionar el castellano…
Una suerte. Cuando estudiábamos el Bachillerato, las notas eran lo más
importante y no había servicio de orientación. Para mí era difícil el
español. Además, hice la prueba libre, era pescador. Cuando decidí
volver a la escuela hice el examen con los apuntes de los compañeros. La
buena nota que obtuve en Bachillerato fue buena suerte, era un examen
oral. Yo me había aprendido de memoria los textos que iba a presentar,
que no eran largos. Suerte que me preguntaron sobre la Generación del 98
y la pérdida de las colonias españolas, eran tres textos seguidos que
casi contaban lo mismo, y lo saqué con buena nota.
Tus manos son de pescador.
Pescaba en el Océano Atlántico. Mi familia son pescadores de redes. Hay
dos clases: las de playa y las de alta mar. Cuando se introdujeron las
redes de alta mar, teníamos material de playa y mi hermano me dijo,
ahora serás capitán. Pero es un poco complicado. Él y yo no teníamos la
misma madre, sí el mismo padre. Un día se acercó y me dijo que tenía un
buen nivel en la escuela y sería catastrófico que lo dejara. Así que me
alejé de la pesca.
¿Y a qué te dedicas?
Actualmente tengo unas horas en la Universidad en Sant Louis, para los
chicos que estudian inglés y español como segunda lengua. Somos muchos
profesores de español. Y habrá más, porque con los colegios que tenemos
de proximidad tenemos más profesores, desgraciadamente no tienen la
misma formación que nosotros. Antes, tenías que estar licenciado, y
luego íbamos a una escuela superior de Pedagogía. El nivel ha bajado en
la universidad, porque el nivel ha bajado en el instituto.
¿Hay algún texto en castellano que utilices en tus clases todos los cursos?
Sí, por ejemplo, en el programa de Bachillerato está la Guerra Civil
Española. Hay un texto de “La muerte de Artemio Cruz”, de Carlos
Fuentes. Él se llama Lorenzo, mexicano, se encuentra con Lola, española.
Es el relato de cuando Lorenzo se muere al cruzar la frontera, y cada
año repito este texto, lo utilizo para explicar las atrocidades de la
guerra; “y esas botas nuevas sobre la tierra seca, Lorenzo, y tu fusil
al suelo, mexicano, y una marea dentro de tu estómago, como si llevaras
el océano en las entrañas y ya tu rostro sobre la tierra con tus ojos
verdes y abiertos y un sueño a medias entre el sol y la noche, mientras
ella grita […] que la vida está del otro lado de las montañas, la vida y
la libertad…”. Logro hacer llorar a los estudiantes.
¿Cómo es la juventud que sale de allí?
Es un problema muy complicado; los primeros que vinieron aquí fueron
unos pescadores de Saint Louis. Este problema merece un libro de
explicación, porque había gente de Senegal en España, pero no mucha. En
mi ciudad no hay paro, incluso necesitamos mano de obra. Esos chicos
vinieron porque tenían cayucos. Además, coincidía con la necesidad de
mano de obra en Almería. Vinieron acompañados de sus amigos. Cuando la
mafia se dio cuenta de que había una brecha para ir a Europa, empezaron a
buscar cayucos; los primeros eran pescadores, los segundos eran hombres
de negocios, pero ha habido muchísimos muertos. En parte porque empezó
la represión de la Frontex y la salida de los cayucos es cada vez más
arriesgada y hay muchas tragedias.
Cambiando de tercio para ir cerrando esta entrevista, ¿el flamenco gusta en Senegal?
Entre nosotros sí. Los amigos españoles se ríen de mí, porque mis
referencias son muy viejas. “La bota que pisaba a tu padre te sigue
pisando...”, me encanta. También me gustan las canciones de lucha y
rebeldía.
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