En Madrid se multiplican los eventos festivos organizados al margen de la administración. También crece la interconexión entre estos festivales.
RAMÓN FERRER. sociólogo
La Batalla Naval se celebra cada año en el mes de julio en el distrito madrileño de Puente de Vallecas /ALBERTO FANEGO
Con el ánimo arriba y dispuestas a afrontar lo que sea, tomamos aire y nos concentramos enlas fiestas y festivales populares y autoorganizados que se celebran en barrios y municipios. El mejor Madrid que existe, aquel que lleva la iniciativa y la creatividad mediante acciones concretas. Las fiestas, territorio magnífico para reforzar vínculos, para explorar otros nuevos, también son un escaparate desde el que señalamos los conflictos que atraviesan el territorio de nuestros cuerpos y de nuestros barrios, sin complejos. Un espacio fértil, una propuesta en directo de cómo conjugar una programación cultural y un espacio para seguir construyendo poder popular. Durante los días de las fiestas un sujeto colectivo emerge para dar cuenta de nuestra identidad, para celebrarla. En los aledaños de ser prohibidas, no permitidas, atraemos al otro al mostrarse a las claras el conflicto: éstas son mis fiestas y yo soy las fiestas, no vamos a permitir que se organicen en nuestro nombre, sin nuestra participación. La fiesta es mía, no puedes impedírmela.
Los festivales populares también son un escaparate desde el que señalamos los conflictos que atraviesan el territorioSon manifestaciones evidentes de organización local y, sin embargo, muchas fiestas y festivales con años de trayectoria observan la imposibilidad de seguir editándose, algunas por sostenerse con dinero de la Administración, otras por el aumento de requerimientos técnicos derivados de un mayor control político. Llueve sobre mojado. La amenaza suele venir acompañada por inercias perversas en el funcionamiento interno de los grupos que las organizan, principalmente la dificultad para dar entrada a otros colectivos, otros actores. Un planteamiento que consiga ampliar en la esfera de lo comunitario, sin miramientos, radicalmente, puede sortear la amenaza de prohibición, de criminalización; Alcorcón y el FestiK, en Carabanchel, son ejemplos de rupturas creativas que han dado respuesta a cambios de contexto y pueden fortalecerse, paradójicamente, por la posibilidad evidente de clausura. En ambos casos un replanteamiento estratégico, un agrupamiento de fuerzas sobre la base del trabajo en red ya desarrollado, permite nuevas opciones, como trasladar el lugar de celebración o directamente tomarlo.
Ingredientes para el cocktail
Para organizar fiestas populares, festivales, hay una serie de ingredientes básicos: el parque, la calle y la gente del barrio. También hay experiencias como el festival feminista Ladyfest que no enfatizan la territorialidad asociada a un barrio concreto, sino que se engarzan en el mismo espacio en el que está sucediendo. Su última edición se celebró en diversos distritos de la ciudad de Madrid.
Las fiestas de mi patio son particulares. Saltamos la hoguera cantando canciones, nos cobijan árboles plantados cuando nacimos. Escribimos deseos, compartimos la cena. Sin embargo, las fiestas de mi barrio ahora son de la Administración. Se gasta mucho dinero y yo sólo acudo como espectador. Un viejo me contó que antes las fiestas las montaban las personas que vivían en la zona, armando el mejor baile del distrito. Luego cambió. Se dejaron de hacer. Hay gente que no va a las de la Junta, porque articuladas en torno a la lógica del mercado dejan fuera a quienes ven mermada su capacidad de consumo, y porque unas fiestas sin el componente de la autoorganización dejan simplemente de ser populares, participadas: esa gente puede olvidar que una vez bailaron en la calle, casi enfrente de su casa, en sus propias fiestas. Yo también he dejado de ir, mis amigos hacen pereza para acercarse, estamos pensando en retomar las de nuestro barrio.
Y es una alegría saber que no estamos solas. En Alcorcón han tenido las suyas y, como no les dejaron estar en el recinto con el resto de casetas, se las han montado itinerantes y van de plaza en plaza. Durante el desarrollo de las actividades la policía, de paisano, provoca, pero la gente se hace cargo y les apoya. El alcalde David Pérez se ha empeñado en descalificarlos, criminalizarlos y más gente se ha puesto de parte de las vecinas rebeldes.
En el pueblo de Vallecas las fiestas de Kontracorriente iban de eso, de montarla en los márgenes, casi para ser prohibidas; es lo que tienen las fiestas, una se siente libre y eso no le gusta al Estado, ni al capital, ni al capellán. Y más, porque cuando hay gente que quiere celebrar la vida, se acaba rebelando sin perder la alegría. En el Pozo, en Aravaca, en Retiro,en el Festival Almenara, en el Festi-k, en Móstoles, en la batalla naval de Vallecas, en Vicálvaro, en Begoña ya las viven hace años. Lo más divertido es que se intuye que están conectadas: en el parque de las Cruces de Aluche hay un poeta de la Ventilla; en el turno del barrio del Pilar hay gente de Alcorcón y en el festival Almenara los arcones vienen del FestiK de Carabanchel. Los festivales y las fiestas populares brindan la posibilidad de recrear identidades colectivas frente a discursos hegemónicos impuestos, de participar activamente de esa recreación. Es interesante seguir ganando presencia en espacios que alteran esa lógica y nos permiten estar más cerca del otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario